PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO. CICLO B

DESPERTAR LA PASIÓN DE LA ESPERANZA

  • Cuando la fe se deteriora
  • Enriquecidos en todo
  • ¡Velad y estad alerta!

Hace años me sentí impresionado ante una frase del teólogo alemán Hans Küng que decía más o menos así: “con qué ligereza muchos jóvenes se van alejando de la fe, sin darse cuenta de lo difícil que les resultará después recuperarla”. Y es que cuando se rompe una alianza de amor, cuando uno de aleja de un amor apasionado, no resulta fácil -después- volver al amor primero… aunque para Dios nada hay imposible.
El mensaje de la primera lectura de este domingo, tomada del Tercer Isaías expresa el deseo fuerte de que Dios vuelva a nosotros y nos transforme: que rasgue el cielo y se haga presente; que nos obligue a entrar en el buen camino, y que llene de ternura nuestros corazones endurecidos. Que limpie nuestras impurezas… ¡Que baje, que se haga presente! 

En la segunda lectura san Pablo les dice a los corintios que han recibido una gracia inmensa: creer y acoger a Jesucristo. Y por medio de esta fe han sido enriquecidos “en todo”. “De hecho no carecéis de ningún don”. Una comunidad cristiana con esas características es envidiable.
Pero contemplemos también con los ojos de san Pablo nuestra comunidad cristiana, nuestra parroquia. Veremos que hay mucha riqueza escondida en las personas que formamos la asamblea dominical. Si nos conociéramos más, nos daríamos cuenta de ello: ¡cuántos dones ha derramado Dios en unos y otros! ¡Cuántos carismas, a veces ocultos o desconocidos! Pero más aún: el mayor don es que “Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo”. Y esto sucede en cada Eucaristía: cuando escuchamos la Palabra de Dios, cuando comulgamos el Cuerpo de Cristo. La puerta de la fe nos introduce en un mundo misterioso del cual tantas veces no tomamos conciencia.

Todo adviento es la llegada de lo inesperado. Pero cuando lo inesperado es lo más importante y decisivo para los seres humanos, hay que estar alerta y vigilar. ¡Que no perdamos la oportunidad de acoger lo más necesario para seguir viviendo! 
“Lo peor no es tener un alma perversa, sino un alma acostumbrada”, dijo el autor Charles Péguy. Las costumbres nos incapacitan para la auténtica expectativa. Solo quienes buscan encuentran, a quienes llaman se les abre. Hay que dejarse invadir por grandes deseos. Sin deseos el Adviento se vuelve apático, irrelevante. Acerquémonos al fuego aunque nos quememos.  Hay un pesimismo político, social, que nada tiene que ver con el Adviento. Hay un adviento, sin embargo, que nos ilusiona y apasiona, aunque parezca que toda va de mal en peor. 
Si creemos en Dios, Dios actuará. Es el Dios del adviento. Y a él nos dirigimos con este poema: Dios de los imposibles posibles.

Dios de los imposibles posibles,
te damos gracias
porque nos anuncias un año más
realidades que parecen sueños:
habitar el lobo con el cordero,
convivir todos los pueblos en paz,
brotar un renuevo del tronco casi seco…

Dios de los imposibles posibles,
despierta nuestro corazón
para que se abra a esta palabra de esperanza y futuro
que llega de muy lejos y de muy cerca:
de tu corazón, al lado del mío, Dios de la vida.

Dios de los imposibles posibles,
te damos gracias porque nos pones por tarea
hacer nuevo el corazón
para así hacer nueva la creación.

En tu Hijo Jesús, que viene, que llega,
ya está todo lo nuevo inaugurado y cumplido.
Te damos gracias porque podemos escuchar
ésta tu llamada de Adviento:
lo imposible es posible…

José Cristo Rey García Paredes, CMF

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